Kuchiro Kanda

De su pasado sólo recuerda su verdadero nombre y el hecho de que su gato ha estado con ella desde siempre (el cual pondré en spoiler y más adelante me gustaría irlo descubriendo dentro del trama del foro~). Al parecer no tiene ni un rastro de algún otro miembro de su familia. Fue adoptada por una gitana, es lo poco que puede recordar.
Con la ayuda de su gato y esa aura, como decía la mujer, pudo ayudarle con distintos trabajos y así hacerse de su dinero, el cual la mujer le daba para que se hiciera de sus caprichos.
Cuando tenía aproximadamente 6 años, en uno de sus viajes, la gitana es asesinada gracias a un par de hombres que quisieron robarle la poca fortuna que traía consigo, dejando a la pobre niña sola nuevamente.
Siguió vagando ganándose unas cuantas monedas por hacer un par de favores a la gente y haciendo espectáculos con ayuda de su gato.
En uno de sus trayectos logra dar con un viejo dojo el cual lucía abandonado. Al llegar, decidió entrar como si nada puesto que la impresión que daba dicho lugar, y ayudado por el día lluvioso, sin embargo no esperaba que dentro se encontrara una anciana. Ésta anciana se alegró de que lograra dar con ella ya que, en sus palabras, era obra del destino y de su deseo, su verdadero y más anhelado deseo. Sin embargo ni siquiera la niña sabía de qué deseo estaba hablando la anciana. Le acogió y le adoptó.
Mientras se crió ahí aprendió diferentes cosas, desde artes marciales, kendo, hasta pulir por completo el arte de la magia, lo que incluía el animismo, la telequinesis entre otros tipos diferentes de encantamientos variados.
Al cabo de unos cuantos años la joven llegó a la edad de 20 años. Gracias a que había conseguido distintos trabajos en los cuales le pagaban muy bien logró remodelar el viejo dojo el cual lucía resplandeciente. Sin embargo, para su desgracia la anciana que le cuidaba murió un par de meses después.
Sola, sólo con un gato parlante se dio la tarea de cuidar dicho lugar. Trabajó tan duro como pudo pero tarde o temprano, el jarro se rompería. Cansada, desgastada, harta, decidió dejar de trabajar por un corto período para darse un respiro. Fue cuando, repentinamente unas explosiones inmensas a los alrededores llamaron su atención. Cheshire, el gato, se erizó por completo y se volvió agresivo, mirando hacia el horizonte solamente.
Trató de dormir, sin embargo las explosiones no cesaban y no le dejaban descansar. Cuando se levantó en la noche a ver qué tal iba la situación se dio cuenta que su gato no estaba. Preocupada, se vistió correctamente, tomó una de las espadas de la anciana, se recogió el cabello en una coleta alta y, en medio de la lluvia, corrió hacia las explosiones. En medio del bosque, en medio de su inmenso espesor, se encontraba la joven con su respiración agitada, con su corazón a mil por hora, con las ansias y desesperación sobre sus hombros y, de pronto, un silencio. Al voltear la mirada, se lleva una imagen algo escabrosa, un ser, un ser muy extraño, un ser metálico y esférico, que tenía una cara, un rostro suplicante que reflejaba dolor y angustia. Sus piernas no le respondían, temblaban, al igual que todo su cuerpo, su cara pálida y sus mejillas sonrosadas acompañaban junto a sus orbes azabaches a reflejar todo lo que sentía. Trató de gritar, su mandíbula tiritaba y un hilillo de voz apenas y salía cuando una explosión más le cegó momentáneamente. Cayéndose al suelo atravesó su diestra para atajar la luz, y, lo vio. Un chico de cabellos blancos que le daba la espalda con una garra en su brazo izquierdo, una capa igual de blanca que sus cabellos ondulaba por el viento provocado y después, volteó. Al principio éste le miró confuso y después su rostro se llenó de molestia. Se le acercó a zancadas y le tomó por el cuello del hakama que traía.
El rubor en su pálido rostro se hizo más notable al tener a la cercanía el rostro del albino, en el cual destacaba una extraña cicatriz y una estrella en su frente, del lado izquierdo. Se perdió en la mirada profunda de sus inocentes ojos grises pero no fue hasta que el chico habló, que regresó en sí -¡Kanda Idiota! ¡Te he estado buscando! ¿Por qué desapareces así, idiota? –Bramó el albino. Obviamente, no entendía nada. -¿Kan…da?- dijo confundida- Có… - El albino se irritó, le soltó y bufó con resignación- Ahora me dirás que perdiste la memoria… ¿no te dijo Komui que tuvieras cuidado con ese akuma? –dijo el otro y se confundía más. –E…espera… Qui… ¿Quién es Kanda? ¿Qué es un akuma? Y… ¿Quién eres tú?- por fin había podido hablar y con esto, por el timbre de su voz el albino se confundió. Si le miraba bien, era la viva imagen de su compañero. Incluso aquellos ojos rasgados, pero… entonces ¿de qué se trataba todo esto? – Mi… Mi nombre es… Kuchiro…-El albino parpadeó. Se sentó frente a la chica con los brazos cruzados. - ¿No eres Kanda? –Ladeó la cabeza- No- contestó- Eres una chica…- preguntó el albino- Sí… -
Se le habían acabado las preguntas, o por lo menos hacia la chica. Ahora, la única pregunta que había en el aire era ¿Dónde estaba Kanda? Y ¿Dónde estaba su gato? El albino se rascó la cabeza, pero entonces recordó algo, su cortesía. Sonrió ampliamente hacia la chica quien se estaba levantando y alzó su mano para presentarse.- Disculpa cómo te traté antes, mi nombre es Allen Walker. Estoy buscando a mi compañero. Aunque… es igual a ti… sólo que tu eres más agradable que él. –Rió. La chica sonrió tranquila y estrechó su mano e inclinó su cuerpo un poco hacia delante- Mucho gusto, Allen Walker.- dijo la pelinegra.
En el camino hacia el dojo la chica le explicó que su gato se había perdido, que éste era muy especial para ella y tenía que recuperarlo. Gracias a la curiosidad de la chica el albino cedió a contarle sobre los akumas, y la inocencia. –Tal vez… Cheshire sea una inocencia…-murmuró pensativa. Comenzó a contarle sus habilidades al albino quien se quedó un tanto atónito. Recordó los efectos de la inocencia de la general Klaud y pensó que podría ser posible. Y entonces, una escabrosa sonrisa amplia, larga y amarillenta apareció justo detrás de la chica, cosa que, como era de esperarse, dejó helado al albino quien tiritaba señalando la dirección en la que se encontraba dicha sonrisa. –Eh traído a alguien~- Se escuchó una voz en la habitación, esta resonó en toda la sala. La chica sólo se sobre saltó un poco pero sus ojos se volvieron vidriosos a la vez que el gato comenzaba a tomar forma, sin embargo, no venía solo, debajo suyo estaba un cuerpo.
-K-¡Kanda!- se alarmó el albino al ver el cuerpo inconsciente del japonés.- ¿Qué le pasó? Está muy mal herido… -susurró esto último. Lo miró unos momentos, estaba un poco aliviado. Lo había encontrado y con heridas leves. Sabía que se recuperaría rápido. Pero entonces, volteó a ver a la chica. Estaba paralizada. Sus ojos se habían abierto tanto como podían por la impresión. –E…es… i... idéntico… Que… ¿Qué significa esto…?-dijo temblorosa- Yo… no tengo hermanos… ¿o sí?...-dijo calmándose.
A decir verdad el albino también estaba sorprendido. Kanda nunca mencionó que tuviera una hermana, ni mucho menos una familia. Bueno, nunca se le había ocurrido preguntarle por lo brusco que era. Pero, lo extraño, era lo que la chica decía, eran idénticos.
Pasaron algunos meses desde ese suceso. Allen decidió contarle a Komui lo que había sucedido cosa que le hizo tomar una actitud seria. El chino le comentó, o mejor dicho, le ordenó llevar a la chica a la orden, además de que al parecer, la inocencia que buscaban era su gato.
Después de una riña entre el japonés y la chica ella dejó el dojo muy en su contra. El japonés había hecho a un lado el asunto de su parecido, mientras que la chica insistía sólo se ganaba el silencio seco del japonés. El albino igualmente le insistía, pero éste sólo le cerraba la boca. Advirtió a la chica que dejara de insistir ya que, al parecer, sabía lo mismo que ella.
En la orden, seguramente encontraría la respuesta. La respuesta del porqué su parecido, ¿será a caso que él es parte de su familia? O será simple coincidencia de la vida. Tenía que comprobarlo.